CASLA

Fragua y Potro

Pueblo de gran tradición ganadera, Casla conserva su POTRO DE HERRAR y su FRAGUA. Ambos son mudos testigos de formas de vida ya extinguidas y eran muy importantes para el desarrollo de las labores cotidianas. El primero es de enebro, madera de excelente calidad muy abundante en el término. La segunda se ha convertido en almacén.

Se suele llamar fragua al taller donde desempeñaba su oficio el herrero tradicional. Sin embargo, fragua es tan sólo una parte de ese taller donde se quemaba el carbón y se depositaban las piezas de hierro para que alcanzaran la temperatura necesaria para ser trabajadas. Encima de la fragua se situaba una campana al final de un tiro para facilitar la salida del humo. Para avivar el fuego se usaban grandes fuelles de madera y cuero que expulsaban el aire hacia la fragua a través de la tobera situada en esta. El fuelle se accionaba generalmente con una cadena que permitía al herrero conservar libre una de las manos.

Otros elementos del taller del herrero eran el yunque, donde se forjaban las piezas a golpe de martillo, la mesa con sus mordazas y el pilón de agua, imprescindible para dar el temple a los utensilios fabricados. Entre las herramientas, hay que des tacar las que sirven para golpear (marro, macho y martillos), para sujetar (tenazas de distintas formas), para perforar (berbiquí y taladro) y otras como el cortafríos, el cincel, el compás, el metro de fleje o el calibrador. Los herreros desempeñaban un papel fundamental en la economía de los pueblos, pues fabricaban rejas de arado, las partes metálicas de los carros, herraduras para los animales de tiro…

En ocasiones ejercían también de herradores, como queda patente en muchos pueblos, entre ellos Casla donde aparecen juntos la fragua y el potro.

La estructura de los potros se repite con pocas variaciones, a excepción del uso de la piedra (caliza, granito o esquistos) o la madera (roble, olmo o enebro) y de la presencia o no de tejadillo. Su función es la de sujetar y levantar al animal para conseguir su perfecta inmovilización y evitar coces, golpes o cornadas. Para ello se hincaban en el suelo pilares de piedra o de madera. Entre los soportes delanteros y los intermedios se fijaba un travesaño a cada lado. Estos travesaños servían para desplazar el yugo o lubio con el que se sujetaba la cabeza del animal. Entre los soportes intermedios y los traseros se situaban dos travesaños paralelos, llamados portacinchos. Los cinchos se pasaban por debajo del pecho y la tripa del animal y girando el portacinchos se conseguía suspenderle en el aire. Otro travesaño situado en los pilares traseros permitía sujetar el rabo. Levantado el animal, se ataban las patas a unos pequeños bosques de piedra o madera situados a tal efecto.

Según su régimen de propiedad, los potros podían ser particulares o comunales. Estos eran muy frecuentes donde abundaban las caballerizas y el ganado vacuno de tiro. En algunos pueblos convivían los dos sistemas de propiedad.

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