SANTA MARTA DEL CERRO
Potro de Herrar
El POTRO DE HERRAR de Santa Marta del Cerro, hecho con resistente madera de enebro, es un testigo cariñosamente conservado de aquella forma de vida ya pasada en la que la fuerza del ganado para tirar de carretas y arados era fundamental.
Es un elemento muy frecuente en los pueblos de la provincia. El potro es una estructura de madera o de piedra y madera que servía para inmovilizar a un animal durante el proceso de herrado o durante otras labores como eran el recorte de astas, una cura, el rapado del pelaje o, más recientemente, la vacunación.
La estructura de los potros se repite con pocas variaciones, a excepción del uso de la piedra (granito o esquistos) o la madera (roble, olmo o enebro) y de la presencia o no de tejadillo.
Su función es la de sujetar y levantar al animal para conseguir su perfecta inmovilización y evitar coces, golpes o cornadas. Para ello se hincaban en el suelo seis pilares de piedra o de madera. Entre los soportes delanteros y los intermedios se fijaba un travesaño a cada lado. Estos travesaños servían para desplazar el yugo o lubio con el que se sujetaba la cabeza del animal.
Entre los soportes intermedios y los traseros se situaban dos travesaños paralelos, llamados portacinchos. Los cinchos se pasaban por debajo del pecho y la tripa del animal y girando el portacinchos se conseguía suspenderle en el aire. Otro travesaño situado en los pilares traseros permitía sujetar el rabo. Levantado el animal, se ataban las patas a unos pequeños bloques de piedra o madera situados a tal efecto.
En el potro desempeñaban su labor los herradores, que además podían ser herreros. En el caso de que no lo fueran solían complementar su oficio con otras labores relacionadas con la labranza, ya que los trabajos de herrar se concentraban en aquellas épocas en las que eran más necesarios los animales de tiro (machos, caballos y asnos o bueyes). Estos momentos eran el otoño, cuando se efectuaban las labores de sementera, y el verano, durante la recolección.
Podían ser particulares o comunales. Estos eran muy frecuentes donde abundaban las caballerizas y el ganado vacuno de tiro.
El herrador usaba herramientas como el pujabante y la cuchilla, para limar y adaptar la pezuña del animal, las tenazas, para extraer los clavos, el martillo de bola y el yunque, para dar forma a la herradura, y el martillo de herrar, para clavar la herradura. Las técnicas de herrado eran al fuego, calentando la herradura y el casco del animal, o en frío.
Había tres tipos de herradura: Las mulares, las caballares y las asnales. En cada uno de estos tipos existían además herraduras de mano o de pie, adaptando su tamaño a las pezuñas delanteras o a las traseras. Los bueyes también se herraban en muchas ocasiones, usando para ello unas herraduras muy distintas, adaptadas a la forma de su pezuña. Ya que su casco es más delicado, se usaban clavos más finos.